Nuestra primera entrada es una anecdota muy curiosa e interesante de un antiguo profesor de nuestro IES Angel Ganivet.
SE cumple ahora el 75 aniversario del Instituto 'Ángel Ganivet', creado en la II República, suprimido en 1936 y restablecido pocos años más tarde. La mitad de la historia del 'Ganivet' está unida a mi vida. Allí he trabajado 30 años.
Me incorporé en el otoño de 1976, en los primeros días de octubre. Acababa de aprobar las últimas oposiciones libres y directas de Enseñanza Media. Llegaba ilusionado y lleno de proyectos. Procedía de un instituto de un pueblo extremeño, donde todos éramos jóvenes. El choque fue muy fuerte. El 'Ganivet' era un centro femenino, grande, insuficiente para el número de alumnas. Recuerdo que teníamos 3 turnos: diurno, vespertino y nocturno. Muchos profesores. Me costó conocerlos y aprenderme sus nombres. Llegué a media mañana, a la hora del recreo y del café, y en la cafetería-sala de profesores no cabíamos.
Aún no hacía un año que había muerto Franco. También ideológicamente me chocó el 'Ganivet'. Era un centro conservador, con algunos profesores manifiestamente reaccionarios. Estaba en las antípodas de mi centro de procedencia. Era el 'Ganivet' un centro muy jerarquizado. Sobre 2/3 del profesorado eran PNN (interinos), algunos con años a sus espaldas. Existían marcadas diferencias entre agregados y catedráticos, más de status que económicas. Éstas eran más sangrantes entre profesores numerarios y no numerarios. En el primer claustro, que celebrábamos apelotonados en la cafetería, dije, en alto, a un grupo de compañeros: «Por aquí no ha pasado la Revolución Francesa».
Lo lógico era que cada grupo de alumnas tuviera asignada un aula y que fuese el profesor el que se desplazase para impartir su clase. En el 'Ganivet', en función de su 'status', los catedráticos tenían un aula y eran los alumnos los que cambiaban, porque el profesor no solía moverse. Esto originaba, cada hora, un trasiego de alumnas por los pasillos. Llamaba yo a esto 'baile de aulas'.
Me sorprendió el nivel de las alumnas y la preparación del profesorado, más preocupado por lo científico que por lo didáctico, pero buenos profesionales. En el seminario de geografía e historia mis tres compañeros eran doctores. Si años más tarde leí mi tesis doctoral, asistí a congresos y symposios, escribí artículos y libros fue por el ejemplo de alguno de ellos. Desaparecidos éstos, a pesar de mi superior preparación, otros me impidieron incluso acceder a la jefatura del seminario. Claro que había cometido el craso 'error' de suspender al hijo de una profesora y sobrino de un inspector.
Recuerdo que cuando se cubrió el patio interior, que posibilitó su mejor aprovechamiento y la construcción de varios despachos para seminarios, con humor negro, algunos profesores decían haberse cambiado el nombre del centro por el de 'Ya-nivet'.
El centro tenía tal engranaje que podía funcionar autónomamente. No se notaba la ausencia del director o del jefe de estudios. En 30 años conocí a distintos directores, jefes de estudios y secretarios. A veces recordaba lo que, con humor ácido, había dicho el general De Gaulle de la elección de algunos presidentes de EE UU: «Con Truman mostraron que cualquiera podía ser presidente; con Eisenhower, que podían pasar sin presidente, y al asesinar a Kennedy, que no podían tener un presidente».
Guardo un grato recuerdo del alumnado. Granada es un pañuelo y es frecuente encontrarme con antiguos alumnos. Me saludan con cariño. Muchos han hecho grandes carreras. Tengo la satisfacción de haber enseñado historia a varias profesoras de nuestra universidad, médicos, farmacéuticos, ingenieros informáticos, notaria y registradora de la propiedad. Importa menos su curriculum y me alegra más saber que se han abierto camino en la vida trabajando en bancos, oficinas y comercios. Recuerdan la formación que fomenté en ellos; que era un profesor exigente, pero les enseñé a pensar.
También recuerdo alguna travesura. Quería yo asistir a un mitin de Felipe González en la campaña para las primeras elecciones democráticas. Me esperaban dos compañeros para ir juntos. Vigilaba yo el examen final con dos grupos de COU. Varias alumnas compraron la revista Interviú para que, entretenido, mirando los desnudos, me distrajera y pudieran copiar con más tranquilidad.
Viví también momentos de cierta tensión política. En febrero de 1981 era yo jefe de estudios del INBAD. Fue un alumno de COU, suboficial del Servicio Geográfico del Ejército, el que me informó del golpe de estado de Tejero. De acuerdo con el jefe de estudios del nocturno, bajo nuestra responsabilidad, dispusimos cerrar el centro.
Mis últimos años de mi estancia en el 'Ganivet' prefiero olvidarlos. En alguna ocasión, me he referido a ellos como mi 'década ominosa'. Hasta el extremo que me 'autoexilié' al nocturno. Hace dos años opté por adelantar mi 'retiro'.